Felicidad CASI perfecta

Felicidad CASI perfecta

//Por Nicole Fuentes//

“Y cuando te pregunten…¿Cuáles son tus áreas de oportunidad –la manera diplomática de sondearte para saber de qué pie cojeas- tu di que eres muy perfeccionista”

Ese fue el consejo que recibí unos días antes de tener mi primera entrevista de trabajo, luego de terminar mis estudios de maestría.

“Tienes que contestar algo, porque ni modo que no tengas puntos flacos o debilidades, debes decir algo que suene a defecto, pero que en realidad sea bueno”

Y así lo hice… “Soy muy perfeccionista”, dije con absoluta seguridad. Todavía recuerdo la sonrisa-mueca que se dibujó en la cara de mi entrevistadora. En aquel entonces creí que mi respuesta le había parecido excelente. Pero, ahora que lo pienso, no creo que esa sonrisa haya sido de aprobación o empatía, sino de haber logrado deducir que entre mis defectos estaban la falta de autenticidad y la ausencia de creatividad.

De cualquier manera pasé la prueba… Al final de cuentas, ser perfeccionista es una debilidad muy aceptable en el perfil de los candidatos.

Y es que cuando declaramos “soy muy perfeccionista” en realidad lo que queremos decir es que nos gusta hacer las cosas muy bien y que somos muy trabajadores. Creemos que el perfeccionismo es un rasgo deseable e inseparable del éxito.

Pero no es así.

La realidad es que una mentalidad perfeccionista puede tener consecuencias muy negativas. El perfeccionismo llevado al extremo es causa potencial de baja autoestima, trastornos alimenticios, depresión, ansiedad, disfunción sexual, desorden obsesivo compulsivo, fatiga crónica, alcoholismo, ataques de pánico, parálisis de acción, postergar y dificultad para mantener relaciones interpersonales.

Cuando hablamos de este tema en clase, varios alumnos comienzan a inquietarse al sospechar que estoy por sentar al perfeccionismo en el banquillo de los acusados -para muchos no aspirar a la perfección es sinónimo de mediocridad-; levantan las cejas sorprendidos cuando les digo que soy una perfeccionista en recuperación y que una de mis frases salvavidas es “más vale hecho que perfecto”. Algunos se retuercen.

Aprendemos a ser perfeccionistas desde niños. Vamos descubriendo que nos castigan por cometer errores, nos dan estrellas doradas por actuaciones impecables, nos comparan con los demás o nos dicen que “somos genios o inteligentísimos” sólo cuando las cosas salen bien.

¿Qué es el perfeccionismo?

Brené Brown –una de mis gurús- explica que el perfeccionismo es la creencia generalizada de que si tenemos una vida perfecta, nos vemos perfectos y actuamos perfectos, logramos minimizar o evitar el dolor que generan la culpa, la pena –“shame” en inglés- o los juicios. Es un escudo de 20 toneladas que cargamos pensando que nos protege, cuando en realidad únicamente nos impide ser nuestra versión auténtica.

“Cuando el perfeccionismo va al volante, la pena va de copiloto y el miedo es el fastidioso pasajero en el asiento de atrás.” –Brené Brown

El perfeccionismo, la culpa, el miedo y la vergüenza son amigos inseparables.

¿Cuáles son los síntomas del perfeccionismo?

En su libro “Being Happy: You don’t have to be perfect to lead a richer, happier life”, Tal Ben-Shahar habla con detalle de las características de la mentalidad perfeccionista.

Expectativas de un viaje perfecto. Esto tiene que ver con el enfoque sobre el proceso para alcanzar una meta. Las personas con mentalidad perfeccionista esperan que la línea que conecta el punto de partida con la meta sea recta. Su expectativa es dar en el centro del blanco con un único y perfecto disparo. No admiten curvas, pausas, ni desviaciones en el camino. ¿Segundas oportunidades? Antes muertos.

Miedo al fracaso. A un perfeccionista lo mueve el miedo, es su característica más determinante. Todas sus acciones están enfocadas a evitar equivocaciones, evaden los retos y actividades donde fallar sea una posibilidad. Es común que abandonen proyectos ante la más mínima sospecha de que no lograrán completarlo como esperan. Entonces, por ejemplo, están los niños que se detienen en una carrera de velocidad si no van en primer lugar y luego dicen que les dolía la rodilla; o las niñas que se salen de la raya coloreando, arrugan el papel, lo lanzan a la basura y se van gritando que el plumón no sabe pintar o tiene gorda la punta. Los perfeccionistas se sienten devastados cuando cometen un error, entran en contacto con su humanidad imperfecta y esto intensifica su miedo a fallar en el futuro. No se equivocan, pero tampoco arriesgan.

Foco en la meta. A los individuos con tendencias perfeccionistas les interesa solamente el destino. Alcanzar el objetivo es lo único que importa, el recorrido no tiene sentido. Esto hace que sean incapaces de disfrutar el momento presente pues están obsesionados con la siguiente promoción, el siguiente premio, la siguiente meta que sí los hará felices.

Pensamiento “todo o nada”. El perfeccionista tiende a tener un pensamiento extremista, es “todo o nada”, “blanco o negro”, es un “éxito o un fracaso”. No hay tonalidades de gris. El desempeño y el esfuerzo no tienen ningún mérito si el resultado no es el esperado o no es perfecto. Si no pintas como Picasso, por favor, no pintes.

Actitud a la defensiva. Las críticas para un perfeccionista son un franco asalto a su autoestima, resaltan sus defectos y son catastróficas… una verdadera trasgresión. Pueden convertirse en un trapo exprimido si alguien sugiere una manera mejor o diferente de hacer las cosas. No están abiertos a sugerencias y la retroalimentación es tan bienvenida como la cicuta.

Encontrar fallas. Los perfeccionistas son maestros para encontrar el frijol negro en el arroz. Su obsesión por el fracaso, los pone en estado de alerta permanente, anticipan y notan todo lo que puede salir o sale mal. Y no importa que tan bueno sea el resultado final, el más minúsculo detalle es motivo para demeritar un logro y nublar lo positivo.

Duros y exigentes. Desde el punto de vista de un perfeccionista, los errores son imperdonables. Esto hace que sean extremadamente duros consigo mismos y con los demás.

Rigidez de pensamiento. Sólo existe una manera de hacer las cosas, las sorpresas son peligrosas, la certidumbre es lo más valioso del mundo, el cambio es el enemigo número uno, improvisar es arriesgado, jugar es inaceptable y la obsesión por el control es la especialidad del día.

Aprobación de los demás. Los perfeccionistas operan en función del “qué van a pensar los demás”. Su valor como seres humanos está vinculado a sus éxitos o logros profesionales… “Soy lo que logro y qué tan bien lo logro”. Buscan siempre la aprobación de los demás y determinan sus vidas con base en expectativas ajenas. Para que los demás piensen que soy una buena mamá tengo que mandar a mi hija impecable al colegio, con la raya del apartado dibujada con regla, pelo restirado y tejido en una trenza perfecta que remata con un moño divino que combina al tiro con la ropa.

Cuando tenemos una mentalidad perfeccionista dejamos escapar muchas oportunidades y sueños porque nos da miedo fallar, cometer errores o decepcionar a los demás. El perfeccionismo es una prisión de alta seguridad, es como vivir en Alcatraz.

Ser perfecto no es lo mismo que ser nuestra mejor versión posible, ni tampoco nuestra versión auténtica. Para declarar que alguien es perfecto tendría que ser un producto terminado. En cambio, nuestra mejor versión posible admite que somos seres humanos en proceso.

Una manera más sana y útil de pensar asume que el trayecto puede disfrutarse, incluir desviaciones e imprevistos. Los errores se convierten en oportunidades de aprendizaje y crecimiento personal que invitan a volver a intentar. Salir de la zona de confort es salir a una aventura y dicen que ahí es donde está la magia.

Practicar la autocompasión es un antídoto muy poderoso para contrarrestar la mentalidad perfeccionista. Aquí te dejo un vínculo a un artículo que puede servirte si quieres entrar en un proceso de rehabilitación y atreverte a mostrar un poco más tu esencia.

Un ejercicio muy lindo consiste en escribir algunas frases que incluyan la palabra “casi”… “Quiero tener una casa casi limpia”, “Voy a hacer ejercicio casi todos los días”, “Soy una mamá casi perfecta”, “Mis hijos se portan casi bien”.

Y para terminar este artículo y resistir la tentación de revisarlo cinco veces más, me diré a mi misma: “Escribiré un artículo casi perfecto”.

Autor: Nicole Fuentes

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