Tiempo de Florecer

Tiempo de Florecer

//Por Margarita Tarragona//

Publicado originalmente el 2 de mayo de 2010 en Psicología y Bienestar de Psychology Today.

¿Qué nos permite verdaderamente florecer como personas?

Cada año por estas fechas me acuerdo de una tira cómica de Mafalda, que me encantaba: se veía la ciudad llena de árboles, flores, pajaritos y enamorados y Mafalda decía “Sin duda, la primavera es lo más publicitario que tiene la vida”. Siempre pienso en eso de lo más publicitario que tiene la vida porque durante la primavera la ciudad de México se transforma, gracias a las jacarandas. De repente las avenidas y los parques se llenan de manchones lilas, los árboles morados se ven maravillosos y dejan alfombras de flores en el suelo.

Mi amiga Tamara me contaba que el otro día se acercó a su coche, que había dejado estacionado, y lo encontró cubierto de flores. El vigilante le dijo “¿Se lo limpio, seño?” y ella le dijo, “no gracias, así me encanta”. Bueno, ella es especialmente amante de estas flores, hasta ha escrito una novela que se llama Siempre las Jacarandas.

Durante unas semanas, de abril a mayo, mi recorrido cotidiano en el coche pierde lo rutinario y se llena de asombro. Como si fuera la primera vez que las veo, no dejo de decirles a mis hijos, si van conmigo, o a mí misma: “Wow! Mira qué linda”, “¿Ya viste qué color?”, “¡Qué maravilla!”, ¡”Uy, creo que está es la más bonita de toda la ciudad”. Mis hijos a veces se burlan: “Mamá, ayer dijiste lo mismo sobre otro árbol en otra calle, todas se te hacen la más bonita.

Las jacarandas en flor despiertan el asombro. En pocos días, en la sala de espera de un doctor, en una gasolinera, en mi oficina y en la escuela de los niños, alguien espontáneamente me ha dicho algo sobre lo bonitas que se ven y cómo les alegran el día. También despiertan los recuerdos. Cuando yo tenía 4 años, en el patio del jardín de niños había una jacaranda y las niñas, con mucha paciencia, hacíamos unos platitos de papel plateado (envolturas de chocolate), recogíamos flores de jacaranda y “ordeñábamos” una gotita de líquido blanco que cada flor tenía, para jugar a la comidita. Creo que no nos la tomábamos, no sé si sea tóxica. Desgraciadamente a algunas personas las jacarandas más que asombro les despiertan alergias, como a otra de mis mejores amigas, que sabe cuándo van a florecer con anticipación, porque empieza a estornudar.

Hace unos días yo pensaba: “Washington ,D.C, tiene sus cerezos en flor que son hermosos, pero las jacarandas de la Ciudad de México no cantan mal las rancheras…”. Por ignorancia y tal vez por chauvinismo (que suelen ir de la mano), hasta hace poco yo pensaba que las jacarandas sólo crecían en México. Ahora sé que a Pretoria le llaman La Ciudad de las Jacarandas, que hay muchísimas en toda África, que son típicas también de Australia, de Brasil y las hay en San Diego y Phoenix y otras ciudades cálidas de EUA. PERO sí son originarias de México y Centroamérica y, sobretodo, para mí siempre se asocian con la mejor cara de mi ciudad.

¿Qué tiene que ver esto con la Psicología y el Bienestar? Bueno, uno: que las jacarandas en flor me ponen contenta y me hacen sentir asombro y admiración. El asombro es una de las formas de la positividad (estudiadas por Barbara Fredrickson) que nos hace sentirnos más felices, y el aprecio de la belleza es una de las fortalezas asociadas a la trascendencia. Es bien sabido que para muchísima gente, el estar en contacto con la naturaleza es una fuente de placer y una experiencia casi espiritual (o espiritual, sin el casi).

Sobretodo, al estar rodeada de árboles en flor no puedo dejar de pensar en el florecimiento humano, que para muchos es el objeto de estudio de la psicología positiva: ¿qué nos permite no sólo sobrevivir o no estar tan mal, sino verdaderamente florecer como personas? Barbara Fredrickson define dicho “florecimiento” como el sentirse plenamente vivo, ser creativo y resiliente (capaz de sobreponerse a la adversidad), sentir que crecemos y que tenemos un impacto positivo en nuestro entorno. Tengo un colega que me dice que no le gusta nada el término “florecer” aplicado a las personas, que corresponde al mundo de la jardinería y que va no queda bien para referirse a un proceso humano, además de que suena cursi. Yo difiero respetuosamente. Puede que suene cursi, pero a estas alturas he asumido que sí, soy bastante cursi, y la palabra “florecimiento” me encanta porque evoca ese potencial que tenemos las personas para periódicamente transformarnos y ser lo mejor que podemos ser.

Autor: Margarita Tarragona

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