Mañana, luego, más tarde, al rato…

Mañana, luego, más tarde, al rato…

//Por Nicole Fuentes//

Mañana, luego, más tarde, al rato…

Y todo lo que se le parezca, son expresiones que utilizamos justo antes de sacarle la vuelta a lo que tenemos que hacer y postergarlo para algún momento futuro –muchas veces indefinido-.

A este hábito de dejar todo para “después” se le conoce oficialmente con el nombre de procrastinar.

Dejar de procrastinar está en mi lista de metas personales hace mucho tiempo… Y lo digo sin la menor intención de sonar irónica.

Estoy absolutamente convencida de que yo viviría más feliz si lograra deshacerme de mi mala costumbre de posponer las cosas, las simples y las complicadas. Me ahorraría un montón de ansiedad, preocupación y mal genio.

Ya perdí la cuenta de cuántas veces me he prometido a mí misma no llegar a la siguiente fecha de entrega con el agua al cuello.

Con frecuencia conozco con meses de anticipación el día exacto en que tengo que dar una conferencia, dirigir un taller, preparar una clase o entregar un artículo. Invariablemente hago un plan para tener todo listo una semana antes y trabajar tranquilamente un poco cada día. Esa es mi intención.

Lo que sucede en realidad es muy diferente. El tiempo se me escapa por todos los rincones. Y entre más cerca estoy de la fecha crítica, mayores son mis ganas de arreglar un cajón, hacer limpia de ropa, leer un libro -aunque sea de física cuántica-, tomar un café, pensar que será de la vida de Phoebe Buffay de la serie de “Friends”, salir a andar en bicicleta o sentarme a ver a la “nada”.

Al final… “pateo el bote” hasta que suena la señal de alarma, entro en pánico y no me queda más remedio que hacer lo que tengo que hacer.

¿Te suena conocido?

He aprendido cosas muy interesantes sobre el tema de procrastinar.

La primera es que la procrastinación es un mecanismo para hacerle frente al estrés y no una forma de flojera o descuido. De entrada esto me tranquiliza.

El investigador Timothy Pychyl, ha encontrado que la razón detrás de la procrastinación es evadir el estrés y no el trabajo, como generalmente pensamos. Es el deseo subconsciente de sentirnos bien “en este momento”, de tener un momento gratificante ahorita.

Postergamos porque nos sentimos estresados por las cosas grandes: el dinero, los conflictos familiares, las enfermedades o la vida en general, y no necesariamente por la tarea o el trabajo inmediato que tenemos que hacer.

Cuando evadimos algo que nos parece difícil, sentimos cierto alivio. Y si además hacemos algo que nos gusta, como revisar nuestros mensajes en el teléfono, nuestro cerebro nos inyecta dopamina. Esto se siente bien, así que lo repetimos y lo vamos convirtiendo en un hábito.

La cosa es que en el tiempo, lo que postergamos se acumula creando así más estrés en nuestra vida. Es un círculo vicioso.

Con lo anterior, entiendo que una manera para combatir la procrastinación consiste en manejar y atender el estrés en nuestra vida en general.

Otra cosa que aprendí es cómo funciona la mente de un procrastinador.

Parece que el mundo se divide en dos: los que procrastinamos y los que no.

Los que hacen sus tareas con suficiente tiempo y organizadamente no entienden qué pasa por la cabeza de los que dejamos todo para después.

Mi mamá hace la maleta para un viaje con días de anticipación; yo la hago dos horas antes de salir de mi casa, sin importar a dónde ni por cuánto tiempo salgo. Cuando mi mamá me ve estresada, repelando, buscando, pensando y adivinando qué necesito, lo primero que pregunta es… ¿y por qué no lo hiciste antes?. En lugar de atender alguna molestia física con un médico, dejo pasar los días imaginado miles de posibilidades catastróficas. Cuando finalmente decido a ir a consulta, la pregunta obligada del doctor es… ¿por qué no viniste antes?

En su conferencia “Adentro de la mente de un procrastinador profesional”, Tim Urban explica de manera genial cómo funciona este fenómeno. Si tienes 15 minutos disponibles, te recomiendo que los dediques a ver el video.

De acuerdo con Tim, el sistema de los procrastinadores está compuesto por tres personajes: el tomador racional de decisiones, el chango de la gratificación instantánea y el monstruo de pánico.

¿Cómo funcionan y se relacionan entre sí?

Supongamos que tenemos que entregar una propuesta para un proyecto muy importante en 2 meses.

El tomador racional de decisiones sabe que es una buena idea empezar a trabajar desde ya. Tiene que reunir la información necesaria, leer, analizar, pensar en la estructura, sentarse frente a la computadora, escribir, revisar, etc. Proyecta hacia el futuro y lo último que quiere es sentirse apresurado y agobiado por el tiempo.

El chango de la gratificación instantánea dice “NO”. Mejor vamos a ver qué está pasando en Facebook, vamos a pasear al perro o por algo de comer, vamos a investigar si han descubierto vida en Marte. El chango insiste hasta que logra secuestrar las buenas intenciones del tomador racional de decisiones y lo desvía del camino. Al chango sólo le interesa lo fácil, lo divertido y el momento presente.

Cuando la fecha límite de entrega se acerca lo suficiente aparece el monstruo del pánico. El chango de la gratificación instantánea le tiene terror a esta creatura, en cuanto lo ve corre a toda velocidad y desaparece.

Sin la presencia del chango, el tomador racional de decisiones logra sentarse a trabajar a toda velocidad para cumplir con los objetivos.

El monstruo del pánico parece ser clave en el proceso de completar tareas ya que ahuyenta al chango. Pero ojo acá… para que aparezca el monstruo tiene que haber una fecha límite.

De esto sale una reflexión importante…

Explica Tim, que cuando las metas o tareas que tenemos que hacer tienen fecha de terminación o entrega, entonces la procrastinación está contenida en un rango delimitado de tiempo.

Pero… ¿Qué pasa para todo eso que queremos hacer que no tiene fecha específica de entrega?

Iniciar un negocio, escribir un libro, conocer Australia, hacerte de valor para perseguir tus sueños. Ver a tu familia, encontrarte con tus amigos, enviar un mensaje de agradecimiento, comer saludable, hacer ejercicio.

Después le llamo, después lo busco, después lo hago, después empiezo, después nos vemos, después…

En estas intenciones o deseos sin fecha de caducidad no hay monstruo de pánico, por lo tanto, los efectos de procrastinar no están contenidos y viajan en el tiempo. Dejamos la vida para después.

Postergar planes, sueños, proyectos personales es caldo de cultivo para emociones que nos restan felicidad: aburrimiento, tedio, culpa, apatía, enojo, resentimiento, arrepentimiento.

¿Cómo ponerle remedio a este tipo de procrastinación?

Algunas preguntas que podrían ser útiles para reflexionar sobre este tema o encontrar la motivación para empezar es: ¿Qué harías si supieras que te quedan 6 meses de vida? ¿Qué es eso que absolutamente quisieras hacer? ¿A quién tendrías que contactar? ¿Qué te gustaría decir? ¿A dónde quieres ir? ¿Qué proyecto quisieras completar? ¿Qué sueño tendrías que lograr?

No queremos irnos de este mundo con la mochila cargada de “hubieras”.

Tenemos que empezar.

HOY.

1 Comment

  • Raquel Saavedra Posted September 20, 2018 9:30 pm

    Qué barbará Nicole… en la primera parte de tu Blog me describiste totalmente y hasta me avergoncé, porque parece que me conoces. También he leído y he tratado de hacer ejercicios para eliminar ese terrible hábito (si es que así se le puede nombrar) pero he fracasado. Todo lo que aquí comentas me resultó muy fuerte y muy duro ya que recordé el monstruo del Pánico y es verdaderamente aterrador. Tomaré en cuenta las preguntas de reflexión y trabajaré para evitar la procrastinación, me resultó muy triste analizar todas esas emociones que le restan felicidad y tranquilidad a mi vida. Muchas gracias..!

Tus comentarios

Tu dirección de correo no se publicará. Los campos requeridos están marcados *

Nuestros recursos gratuitos de resiliencia te ayudarán a enfrentar mejor la adversidad.

X