Por una única humanidad

Por una única humanidad

No sé si a ustedes les pasa, pero en muchas ocasiones quiero compartir un pensamiento o una opinión y después de escribirla, la borro y opto por no decir nada. Por un lado, me topo con mi propio juicio donde evalúo mi capacidad o mis conocimientos para hablar de política o de justicia social y nunca siento que sé lo suficiente para participar en la conversación; esto a pesar de haber dedicado muchos años de mi vida al desarrollo de proyectos sociales, al estudio de la promoción de bienestar en poblaciones vulnerables, así como al desarrollo de iniciativas en pro del bien común. Por otro lado, reconozco que conscientemente busco no ser reaccionaria pues lo que más anhelo es promover el entendimiento, ampliar la perspectiva y generar espacios de conexión en lugar de polarización. He reflexionado acerca de estas dos tendencias y pienso que esto que me pasa es común en la gente moderada que valora las opiniones de otros y quienes no quieren herir a nadie. Sin embargo, al no alzar nuestra voz, silenciamos algunas de las voces que podrían cambiar al mundo. Nuestra historia está marcada de radicalismo y poco se escucha sobre la exaltación de los valores humanos sin importar de cuáles humanos estemos hablando.

A veces pienso que no estoy capacitada para hablar de estos temas, pero siendo parte de una minoría en diversos contextos, y vista como tal dependiendo del lente que me mira, creo que bien vale la pena que comparta mi perspectiva y que quizá por experiencia propia tenga más que decir de lo que imaginaba. En México soy considerada extranjera por muchos que ven mi color de piel, que leen mi apellido o que se enfocan en mi religión. He sido tan cercana para algunos amigos que, al hacer referencia a mi religión, a veces, dicen palabras hirientes provenientes de sus sesgos personales olvidando que yo pertenezco a ese grupo y quienes muchas veces hacen clara la distinción de que soy diferente a todos los demás de mi comunidad, cuando en realidad quizá conocen a dos o tres personas más en total. En estados Unidos soy latina, aunque según muchos parezco rusa, francesa o polaca aunado a que mi acento en ingles no es típico de los latinos. ¡Todo esto crea aparentemente mucha confusión! Aquellos que miran únicamente desde fuera no podrían saber que mi abuelo fue vendedor ambulante a sus escasos 9 años, que mi papá tuvo que elegir el trabajo sobre el estudio a sus 11 años y que mi mamá, motivada por su necesidad, decidió trabajar desde joven aun cuando las mujeres, en su mayoría, optaban por dedicarse al hogar.

A través de todas estas vivencias, de estos roles, “etiquetas”, grupos a los que pertenezco y con los que me identifico más o menos dependiendo las circunstancias, he logrado adquirir una perspectiva amplia de la vida; tan amplia como para decir que las realidades, las etiquetas y los roles que jugamos varían dependiendo del contexto y de quien nos mira. En el fondo soy la misma, lo que resaltes de mí, depende únicamente de tu mirada, de tu contexto, de tus expectativas, justificaciones y creencias.

Nos construimos unos a otros constantemente, pero también nos destruimos. Es por ello por lo que nuestras palabras son tan importantes, nos definen, nos crean… Y es por ello también que ahora le encuentro valor a todas esas veces en las que he elegido callarme y borrar mis mensajes. Silencios que me han ayudado a reflexionar y a pensar. Reconozco que a veces, a mi propio juicio, mis silencios son muestra de cobardía; pero en otros momentos, son muestra de valor. Saber callar por respeto a otros, para encontrar una mejor manera de expresarnos y para ampliar nuestro entendimiento es también un acto de valentía.

Ahora, ante la radicalización de ideas, ante la polarización de segmentos de la población y los discursos raciales, es difícil hablar sin tomar partido y a la vez es indispensable tomar una postura. Solo tomando una postura podemos luchar por una causa, pero no debemos olvidar que las personas tenemos sesgos de pensamientos y que generalmente elegimos posturas similares a las nuestras afianzando así lo que nos brinda más seguridad, reafirmando nuestras propias creencias, disminuyendo nuestra disonancia cognitiva o curando nuestras culpas.

Aplaudo todas las iniciativas que promueven el bienestar humano; personalmente he participado en muchas marchas y movimientos, algunos de los cuales influyen directamente en mi bienestar como los movimientos por la paz, por la libertad y por las mujeres, mientras que otros de estos movimientos buscan ayudar a personas provenientes de grupos indígenas, o de comunidades marginadas, donde mi vinculo es aparentemente menos directo.  Pero, como dice Isaac Prilleltensky, “no existe bienestar sin justicia”, nadie puede vivir bien en donde prevalece la injusticia, y es indispensable reconocer que aquellos que tenemos más oportunidades, debemos luchar más por los valores humanos, por los valores de todos los humanos por igual. De la misma manera en que la palabra de un tercero puede ofrecer un panorama más objetivo y generar mayor confianza para que me contraten en un trabajo, para que lean mi libro o para que vean mis obras de arte; las voces de los terceros pueden ser el parteaguas cuando se trata de abogar por los derechos de personas que viven realidades distintas a las nuestras y en condiciones de marginación.

Además de marchas y movimientos por distintas causas (aceptando la limitación que las marchas en sí tienen en términos de generar cambio y reconociendo la oportunidad que representan para traer estas difíciles realidades al centro de la conversación), considero que nuestra lucha debería ser una por la humanidad, donde la exaltación sean los valores humanos de respeto, hermandad, justicia… donde se resalte que todos en este mundo importamos y aportamos valor, y que todos tenemos un lugar importante en este mundo. No hay nada más doloroso que la exclusión. Lo que ocurrió hace unos meses en EUA con el terrible asesinato de George Floyd, representa una historia que lleva latentes siglos de injusticia, de igual forma que en México y otros países, es latente la discriminación indígena y de otros grupos.

El liderazgo tanto de México como de EUA, entre otros países actualmente, ha dado permiso a que salga el hedor contenido en las alcantarillas de la conciencia colectiva, y sus resultados perdurarán mucho más que la vida de sus líderes, y su efecto devastador traerá aún mucho más dolor y repercusiones difíciles de predecir. Pero también traerá la posibilidad de ver la verdad, de encararnos con aquello que es tan prevalente y constante que a nivel sistémico a construido una “normalidad” que no indigna más que a unos cuantos.  Me duele terriblemente el lenguaje polarizado. La división entre sectores de la población mexicana subsistirá aun después de la caída de nuestros líderes políticos actuales, así como la división ideológica en EUA subsistirá la caída de su presidente. El daño está hecho… pero ¿qué pasaría si resaltáramos nuestra humanidad, si los policías en lugar de seguir ordenes se identificarán con sus hermanos y los tomaran de las manos, si soltáramos ideologías y abrazáramos a nuestro prójimo, dándonos cuenta de que el dolor y la esperanza humana trasciende razas, creencias y estatus socioeconómico, si nos atreviéramos a encontrar a D´s en los ojos del “otro”?

Nos ponemos etiquetas, banderas, uniformes, para pertenecer y como dice Wayne Dyer “al hacerlo dejamos de pertenecer a algo mucho más grande” …

Robert Reich dice que “el bien común es la bondad que tenemos en común los seres humanos”, me gusta esta definición simple y aterrizada. Pongamos al centro de nuestro discurso la bondad que tenemos dentro, hagamos conciencia de nuestra tendencia, aceptemos nuestros prejuicios, reconozcamos nuestros sesgos de pensamiento y hagamos una pausa antes de hablar y antes de actuar para garantizar, en la medida de lo posible, que sea el amor por la humanidad el que guíe nuestro discurso, el que promueva la justicia, el que construya nuestro despertar. Seamos capaces de soltar nuestras manos de lo común y conocido, arriesgándonos a tomar de las manos a alguien distinto a nosotros, a dialogar y escuchar a alguien con una historia y creencias distintas, a sentarnos en la incomodidad del no saber, en la humildad de reconocer que puedo ceder, que no debo tener la razón, pues solo en la incertidumbre, en lo desconocido, en lo que parece imposible puede surgir una nueva realidad. Las nuevas realidades surgen cuando te ensucias, cuando metes las manos al lodo, cuando dejas que caigan tus lágrimas, cuando secas las lágrimas del otro, cuando te das cuenta de que todos somos parte del problema, pero también de la solución.

He elegido hablar… espero poder sostener mi intención de promover el entendimiento, ampliar la perspectiva y generar espacios de conexión. Si no lo logro, espero que el silencio llegue nuevamente y me permita ver mi propia confusión, reflexionar y conectarme nuevamente al amor que siento por la humanidad. Además de hablar, mi compromiso es con mi actuar, pues las acciones hablan más que mil palabras…

Hoy sostengo ambos, el terrible dolor por lo que sucede alrededor del mundo y la esperanza de ver a muchas personas aliadas en la búsqueda y en la construcción de una única humanidad. Hoy sostengo mi valentía y mi cobardía en este intento de no callar y de ser parte de aquellos que aportan algo bueno al mundo alzando su voz y actuando congruentemente.

1 Comment

  • Enrique josheft García García Posted February 23, 2021 12:58 pm

    Que se deben cumplir las necesidades del pueblo

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